miércoles, 13 de mayo de 2009

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BORIS VIAN:

Érase una lámpara de cobre
Que ardía desde hacía años
Érase un espejo encantado
En el que se veía el rostro
El rostro que tendríamos
En el lecho dorado de la muerte
Érase un libro de cuero azul
Donde cabían el cielo y la tierra
El agua, el fuego, los trece misterios
Un reloj de arena hacía que el tiempo pasara
Por su aguja de polvo
Érase una pesada cerradura
Que retorcía su dura mordedura
En la puerta de roble macizo
Cerrando la torre por siempre jamás
Sobre la cámara redonda, la mesa
La bóveda de cal, la ventana
De vidrios emplomados
Y las ratas trepaban por la hiedra
alrededor de la torre de piedra
Donde el sol ya no se ponía

Era en verdad terriblemente romántico.


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